domingo, 25 de septiembre de 2011

19 de Abril de 2009.


Madrugada.

La astilla en la garganta.
Estaba comiendo pollo. Cuando estaba masticando, ya habiendo comido gran parte de ello, siento y descubro, antes realmente de sentirlo, es decir lo pienso primero y después lo siento, que se me había clavado –explícitamente clavado-  un hueso de pollo en la garganta. La sensación general del sueño es saber  e intuir las cosas antes de sentirlas, pensar los caminos y las soluciones, un acto reflexivo previo a la acción. Un hueso astillado en la garganta, lo sentía, aún así decidí no escupirlo, decidí, conscientemente, tragarlo sabiendo que se iba a atorar en algún lugar de mi garganta. Sabiendo estos riesgos, habiéndolo tragado, parece una decisión mía que se me haya incrustado en mi garganta antes que pase por mi esófago derecho hacia mi estómago. Sabía que iba a doler, aun así lo decidí, así debía ser. Con el hueso de pollo astillado clavado en mi garganta, sé que tengo dos opciones a partir de este punto. La primera opción era hacer un movimiento determinado de mi garganta, tragando, y de esa manera el hueso se separaba y me lo tragaba. La otra opción que me quedaba era toser, y así, el hueso, salía para afuera. Esta última opción era la más dolorosa porque debía arrancarlo de mi garganta. Elijo toser. Tosí, tosí muchas veces consiguiendo que una gran cantidad de sangre salga de mi boca junto con el hueso. Vomitaba y tosía sangre. El dolor no era lo más importante.
La gente a mi alrededor llaman a un medico. Lo veo venir, se acerca con la mascarilla de gas y me anestesia. Me duermo.
Noelia.-

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